El señor de una rica ciudad encargó a un famoso pintor realizar los frescos de su palacio. Se construyeron los andamios que permitían llegar hasta el techo y el artista comenzó a trabajar.
Sin embargo, a la mañana siguiente el pintor descubrió que su dibujo había sido estropeado con borrones y manchas de todos colores.
Se enfadó mucho pensando en algún rival despechado. El príncipe ordenó que los guardias se escondieran en las salas para sorprender a aquel salvaje, en caso de que volviera, y darle su merecido castigo.
Y atraparon al culpable; era el mono amaestrado del príncipe que, al haber visto al pintor trabajando, había querido imitarlo.
Condenaron al mono a estar encarcelado hasta que estuviera terminada la obra. Cuando al final vio los dibujos, después de mirarlos detenidamente, hizo una mueca como diciendo "¡Yo lo habría hecho mucho mejor!"
- Ahora sí que has demostrado ser un auténtico pintor -le dijo el príncipe riendo. Porque ya se sabe que los pintores no tienen la virtud de la modestia, y para ellos su obra es siempre la mejor.
Sin embargo, a la mañana siguiente el pintor descubrió que su dibujo había sido estropeado con borrones y manchas de todos colores.
Se enfadó mucho pensando en algún rival despechado. El príncipe ordenó que los guardias se escondieran en las salas para sorprender a aquel salvaje, en caso de que volviera, y darle su merecido castigo.
Y atraparon al culpable; era el mono amaestrado del príncipe que, al haber visto al pintor trabajando, había querido imitarlo.
Condenaron al mono a estar encarcelado hasta que estuviera terminada la obra. Cuando al final vio los dibujos, después de mirarlos detenidamente, hizo una mueca como diciendo "¡Yo lo habría hecho mucho mejor!"
- Ahora sí que has demostrado ser un auténtico pintor -le dijo el príncipe riendo. Porque ya se sabe que los pintores no tienen la virtud de la modestia, y para ellos su obra es siempre la mejor.
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