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miércoles, 21 de agosto de 2013

Simplicio y las tres plumas

Un anciano rey tenía que decidira cuál de sus tres hijos nombraba heredero y pensó ponerles una prueba:

- La corona será de quien me traiga el tapiz más hermoso.

Lanzó al aire tres plumas y mandó a sus hijos a que salieran a buscar el tapiz en la dirección en que fueran las plumas. El mayor fue hacia el este y el segundo hacia el oeste; el pequeño, al que sus hermanos llamaban Simplicio porque era muy ingenuo, vio caer su pluma muy cerca, donde seguramente no encontraría ningún tapiz, ni hermoso ni feo.

Comenzó a lamentarse y a desesperarse pero, de pronto, a sus pies se abrió una puerta trampa. Cayó en una sala, que era en el palacio de las ranas. La reina escuchó la historia del joven y le regaló un magnífico tapiz, gracias al cual ganó la prueba; pero sus hermanos, envidiosos, pidieron una segunda prueba y el rey accedió.

- Subiré al trono al que me traiga el anillo más hermoso.

El hijo mayor se contentó con el primer anillo que encontró y lo mismo hizo el segundo; pero el hermano menor los derrotó: otra vez le había ayudado la reina de las ranas.

Se concertó una tercera prueba:

- El reino lo heredará el que se case con la mujer más hermosa.

La reina de las ranas dijo al joven príncipe que tomara una zanahoria grande y la ahuecara, la atara a seis ratoncitos y pusiera dentro una de sus ranitas.

Simplicio, en su confiada ingenuidad, obedeció y ganó: la zanahoria se transformó en una lujosa carroza, los ratoncitos en espléndidos caballos y la rana en una maravillosa princesa que reinó felizmente al lado del rey Simplicio durante muchos, muchísimos años.

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