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miércoles, 26 de junio de 2013

El marido que se quedó en casa

Una aldeana, cansada de oír a su marido criticar la forma en que realizaba las faenas de la casa, un día lo desafió:

- Mañana yo iré al campo y tú te ocuparás de las labores de la casa.

Al día siguiente, él se propuso quedar bien. Empezó haciendo mantequilla pero pronto la fatiga le dio sed y bajó a la bodega a beber un poco de vino. Destapó la cuba, pero oyó al cerdo que había entrado en casa y había tirado el recipiente de la mantequilla. Subió rápido, para impedir que el animal hiciera más destrozos y olvidó poner el tapón a la cuba.

Toda la mañana anduvo chapuceando. A la hora de la comida, al poner la olla en el fuego, se acordó de que no había llevado la vaca a pastar, pero ya no le daba el tiempo. Decidió llevarla al tejado para que comiera las hierbas crecidas entre las tejas. ¡Allí fue buena, llevar una vaca al tejado! Al final lo consiguió y, para asegurarse de que la vaca no se cayera, la ató con una cuerda.

Se acordó entonces de haber dejado la comida en el fuego. Para llegar pronto a la cocina, antes de que se quemara, se metió por la chimenea y por seguridad se ató un pie al otro cabo de la cuerda. Pero la vaca se resbaló y cayó del tejado y el hombre atado al otro extremo quedó atrapado en la campana.

Al volver, la mujer vio la vaca atada y colgada y cortó la cuerda. En el otro lado, el hombre se cayó. La mujer encontró el suelo lleno de mantequilla, la bodega inundada de vino y el marido patas arriba con la cabeza dentro del perol de la comida, y le dijo:

- ¿Acaso es así como se deben hacer las cosas de la casa?

Volvió a ocuparse ella de las labores de la casa. No hace falta decir que desde ese día el marido no volvió a rechistar.

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