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jueves, 5 de abril de 2012

Los cuatro amigos

Una vez, un gallo cansado de vivir con las gallinas en el corral, decidió marcharse y conocer nuevos amigos. Partió una mañana al amanecer y no tardó mucho en hallarse frente a un ganso muy gordito, que iba solo por la senda.

- Buenos días, ganso -saludó el gallo. - A dónde vas?
- He perdido a mi compañera -respondió el ganso. - Y voy en busca de otra.
- Vente conmigo -propuso el gallo, ahuecando su hermosa cola de plumas. - Me voy a conocer mundo.

El ganso y el gallo caminaron juntos. Más tarde se encontraron con un pato que se bamboleaba al compás del movimiento de sus patitas.

- Buenos días, pato -saludó el gallo. - ¿A dónde vas?
- He oído malas noticias esta mañana -respondió éste. - La gallina roja me dijo que el amo pensaba sacrificarme para su cena. Huyo de él, pero no sé dónde ir.
- Vente con nosotros -ofreció el gallo, estirando el cuello para acentuar su importante categoría. - Nos vamos a ver mundo.

El pato siguió al gallo y al ganso. Muy pronto llegaron a un pastizal de uso común para todos los animales. Allí se tropezaron con un chivo que se había soltado de la cuerda que lo sujetaba a una estaca en el suelo, y deambulaba libre.

- Buenos días -saludó el gallo. - ¿A dónde vas?
- No lo sé -respondió el chivo. Estoy libre por primera vez en mi vida... pero no sé dónde ir.
- Vente con nosotros -invitó el gallo,con la roja cresta muy tiesa. - Nos vamos a ver mundo.

El chivo se unió al ganso, al pato y al gallo y caminaron juntos por el prado.
- ¿Qué haremos? -preguntó el chivo.
- ¿Qué os aprece si nos acercamos a la ciudad de Nottingham y nos detenemos junto a la carretera a pedir? -propuso el gallo. Tengo buena voz y podría cantar a cambio de algunos céntimos.
- Yo pasaría el sombrero -ofreció el pato.
- Y yo sacudiría mis alas al mismo tiempo que tú cantases -dijo el ganso.
- Y yo toparía a quien no diese algunas monedas -aseguró el chivo.

Nuestros amigos se encaminaron hacia Nottingham. Era día de mercado y había muchísima gente. Los cuatro aventureros se detuvieron en una calle y el gallo cantó:

Ki-ki-ri- kiiiiiiii!
Mi bebé ha perdido un zapato
Yo tenía un botón azul
¿Qué hará mi bebé?

El ganso movió sus alas al compás del canto y el pató pasó el sombrero en demanda de monedas. El chivo permaneció atento a embestir a quien no diese nada.

Antes de que el gallo acabase de cantar, un agricultor malencarado se acercó a ellos.

- ¿Qué significa todo ésto? -gritó. Estos cuatro se han escapado de su corral. Deténganlos!

Nuestros amiguitos no esperaron a oír más y huyeron por las calles de Nottingham hasta que se encontraron en una colina fuera de la ciudad.

- Por poco nos cogen! -se lamentó el chivo. Ni hablar de acercarnos a otra ciudad! ¿Qué haremos?
- Busquemos una cueva donde vivir -propuso el gallo. Mirad, allí a media ladera de esta montaña hay una.
- Allí vive una bruja con su hija, que es muy fea -explicó el pato.
- Iremos a preguntarle si hay otra cueva cerca -habló el ganso.

Y allí se fueron. En la cueva no hallaron a nadie, pero sí un aparador lleno de cosas buenas, que los hambrientos animalitos devoraron. Luego se echaron a dormir.

Más tarde, ya de noche, la vieja bruja y su hija regresaron a la cueva. Eran malas y desde mucho tiempo atrás los vecinos de Nottingham intentaban liberarse de ellas. La bruja entró primero en la cueva, encendió una vela y vio la mesa llena de restos de comida.

- Alguien ha estado aquí! -gritó pateando el suelo.

Madre e hija salieron al exterior y se fueron a un árbol cercano a pensar qué podían hacer. Temían que hubiese un enemigo en la cueva.

- Hija, arrástrate y averígualo -ordenó la bruja. Yo prepararé un sortilegio por si algún hombre o mujer está en la cueva que no pueda hacerte daño.

Sin embargo, cuando la bruja gritó y pateó el suelo, los cuatro animales se despertaron alarmados. El chivo dormía cerca de la entrada, el ganso junto al aparador, el pato debajo de la mesa y el gallo en el respaldo de una silla. Los cuatro esperaron a ver si sucedía algo más. Entonces oyeron a la hija de la bruja que regresaba.

- "Es mi ama!" -pensó el chivo
- "Es mi amo!" -pensó el pato.
- "Es mi ama!" -pensó el gallo.
- "Es la niña de los gansos!" -pensó el ganso.

Todos temblaron de miedo. La hija de la bruja se arrastró al interior de la cueva. No oyó nada en absoluto y se dirigió a la mesa, donde pisó al pato, que estaba debajo.

- Cuá - cuá! Cuá - cuá! -se quejó éste.

El pato se enfadó y hundió su pico en la pierna de la niña, que asustada retrocedió hacia el aparador y tropezó con el ganso.

- Ss-ss-ss-ss-ss! -siseó éste.

Las grandes alas del ganso golpearon a la hija de la bruja que, aún más asustada y porque le temblaban las piernas, se sentó en la silla. Al echar la cabeza hacia atrás, casi derribó al gallo, que le clavó sus espolones y chilló:

- Coco-rocó-cocó! Coco-rocó-cocó!

La brujita no puso soportarlo y corrió a la entrada de la cueva. Pero se cayó encima del chivo, que le dio un topetazo y la hizo rodar ladera abajo, hasta que la detuvo el árbol donde estaba su madre.

- ¿Qué ocurre? ¿Es que no surtió efecto mi sortilegio?
- Oh, madre, madre! -lloró la hija. La cueva está llena de poderosos hechiceros. Cuando entré había uno debajo de la mesa que gritó: "Vete, vete!" y clavó un cuchillo en mi pierna. Junto al aparador había una serpiente que siseó amenazadora y me golpeó en la cabeza. En el respaldo de la silla había otro hechicero que chilló: "Vaya bribona! Vaya bribona!" y casi me tiró de la silla. Pero el peor de todos es un brujo gigante que estaba tendido cerca de la entrada. Este me tiró por la pendiente de la montaña, y aquí estoy.

- Qué cosa más terrorífica! -exclamó la bruja temblando. Nuestros pecados nos piden cuentas! No podemos quedarnos aquí más tiempo. Vamos, nos iremos antes de que amanezca.

Nunca más se oyó hablar de ellas. Los cuatro amigos durmieron pacíficamente hasta la mañana. Al despertarse observaron la cueva y se sintieron muy complacidos.

- Viviremos aquí -dijo el gallo. Nadie nos molestará porque les asusta la bruja. Aquí viviremos felices.

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